jueves, 12 de febrero de 2009

La Isla: El horizonte poético de Aldous Huxley


Introducción:

Se suele decir que un autor es su obra. Y ahí tenemos el ejemplo de Salinger, hombre celoso de su intimidad y trayectoria, del que ignoraríamos todo dato biográfico si no fuera por unas memorias publicadas en contra de su voluntad por su hija.

La creación de una obra literaria es un gran ejercicio mental, muchas veces apoyada en la reflexión en torno a la propia biografía, pero también es un ejercicio emocional por ser un libro una cristalización de la personalidad autorial. También lo será el proceso inverso que realiza el receptor, es decir, aproximar literatura y vida hasta convertirlas en una unidad inseparable y diferente respecto a la trayectoria vital del autor.
Si seguimos estirando estos factores, podemos adivinar o intuir que algún escritor en algún momento, habrá tenido la tentación de traspasar su propia obra, intentado plasmar su inquietud vital en una obra y de esa forma enriquecer la experiencia vital directa del lector que se aventurara a imbuirse en el libro puesto en sus manos.

Aproximación:

Aldous Huxley fue uno de estos escritores. Si bien su obra es de talante puramente intelectual e ideológico (en el sentido que ofrece amplias reflexiones y debates), al llegar a su última obra novelada, The Island, encontramos algo novedoso en el estilo de este peculiar autor. La presencia de la poesía.

¿Y qué función tendrá la poesía dentro de la novela?

Como todas las cosas sobre este mundo, “dependerá de los ojos que miren”, pero sugerir algunas propuestas no apartará la mirada personal de cada lector, sino que quizás puedan reforzarla o dirigirla.

Concrección:

En líneas generales puede decirse que “La Isla” es el vehículo que usó Huxley para comunicar sus ideas sobre cómo la gente en una sociedad “buena” interactuaría con los demás y con el entorno.

No deja de ser curioso que en esta novela la poesía alcance cierto papel secundario, pues aparece constantemente a lo largo de la narración, sino que no se ciñe esta incursión poética a la representación de un código o de un personaje concreto, sino que adquiere rasgos variados y funciones distintas en todo el desarrollo novelístico.

Iremos desgranando a lo largo de una serie de ejemplos la función exacta de cada uno de los poemas introducidos en “La Isla” e intentaremos dar un contexto a esta voz poética a fin de comprenderla mejor.

Pero antes de empezar con el estudio sobre la obra también advertimos que esa naturaleza poética a la que todos nos enfrentamos al sostener un libro de poesía, es más acusada al estar mezclada con prosa, por los siguientes motivos:
  • Rompe y violenta el ritmo narrativo y supone un contraste en un contexto novelado.
  • Funciona como condensador ideológico y como interruptor de la atención.
  • Matiza la naturaleza de todo lo escrito alrededor del fragmento poético.


Antes de empezar a analizar los ejemplos, conviene tener en cuenta que La Isla, publicada en 1962, fue la última novela de Aldous Huxley. Por eso no debe sorprender ni extrañar a nadie, que en ella se alcancen a ver los pliegues interiores de la opinión y también de la sensibilidad con que el autor posiblemente interiorizó su idea del mundo.

Al proponer un cambio de Universo, pues no debemos olvidar que la obra queda clasificada dentro del género utópico, Huxley adopta la técnica de lo dramático (desde una perspectiva occidental). La propuesta de unificación de las dos corrientes de pensamiento dominantes en el mundo, oriental y occidental, se realiza mediante el libro ficticio de “Apuntes sobre qué es qué, y que resultaría razonable hacer sobre qué”.

Esta otra vertiente del libro, la filosófica, está mucho más desarrollada y forma el grueso del planteamiento del escrito apareciendo referenciada también a través de la poesía. No obstante es un tema más trabajado que el de la presencia poética que he elegido. Así que empecemos.


Estudio ejemplar: La ínsula poética dentro de “La Isla”


El primer poema aparecerá en el desarrollo de la Introducción al libro. Es un poema de claro corte filosófico, perteneciente a Rajá, uno de los fundadores de la Isla. Pero lo curioso es que aparece inserto en un diálogo. Uno de los personajes tendrá una regresión y recordará este poema, sin que este alcance a tener mayor trascendencia que ir familiarizando al lector con la base teórica para la visión del mundo que tendrán los habitantes de la Isla. Es un poema de uno de los fundadores de la Isla, un compendio motivador de la filosofía que allí se intenta desarrollar.


Todas las cosas, hacia todas las cosas
absolutamente indiferentes,
trabajan juntas a la perfección,
en discordia, por un Bien que está
más allá del bien, por un Ser más
intemporal en su transitoriedad, más
eterno en su desaparición que
el Dios que está en el cielo
.


El segundo poema, de referencias médicas es pronunciado por una enfermera, y se cita que toda estudiante de enfermería debía aprenderlo. Se hace aquí una interesante reflexión entorno a la doble vertiente de la medicina: Preventiva (de raíz oriental) y curativa (de causa occidental), proponiendo la conjunción de ambas como paradigma de la eficacia y de salud bien entendida.

"Yo" soy la multitud; obedezco tantas leyes
como ésta tiene miembros. Químicamente impuros
son todos "mis" seres. No existe una sola cura
para lo que no puede tener una sola causa.


Llegamos así a la tercera aparición poética de la obra. En esta aparece claramente el tema religioso. Pero vemos aquí nuevamente como la fusión prevalece en importancia, y frente al carácter ritual que se debatió en occidente (referenciado posiblemente en la paremia Calvino sobre Cristo), se enfatiza el carácter transformador que ha de tener la experiencia religiosa: Ese Yo ya no soy yo, nos da la clave para entender este maravilloso poema que roza el misticismo en algunos versos.


En algún lugar, entre el silencio bruto
y los mil trescientos sermones del domingo pasado;
en algún lugar entre Calvino sobre Cristo
(¡Dios nos ampare!) y los lagartos;
en algún lugar entre ver y hablar, en algún lugar
entre nuestra sucia y grasienta circulación de palabras
y la primera estrella, las grandes mariposas que aletean
entre los fantasmas de las flores,
se encuentra el claro lugar dónde yo, ya no yo,
recuerdo sin embargo
la nocturna sabiduría del amor de la otra costa
y, escuchando el viento, recuerdo también
aquella otra noche, la primera de la viudez,
insomne, con la muerte a mi lado en la obscuridad.
¡Mía, mía, toda mía, mía inevitablemente!
Pero yo ya no soy yo;
en este claro lugar entre mi pensamiento y el silencio
veo todo lo que tuve y perdí, angustias y alegrías,
brillantes como gencianas entre el césped alpino,
azules, imposesas y abiertas.


Llegamos así al meridiano del libro, y aparece el cuarto poema, recitado por el doctor MacPhail, en el que se refiere que esta poesía del silencio, es la misma filosofía, la misma ciencia. Se pone de manifiesto por tanto la relación metafórica extensible que debe existir entre todos los elementos de La Isla.


Así Desaparecida al Así Desaparecido,
con una mano de Buda
ofrezco la flor no arrancada, el soliloquio de la rana
entre las hojas de loto, la boca manchada de leche
junto a mi pecho henchido, y amor, y, como el cielo
sin nubes que hace posibles las montañas y el cuarto
menguante de la luna, este vacío
que es el útero del amor,
esta poesía de silencio.


Este poema, al igual que el primero, es atribuido al viejo Raja. Lo recita el doctor cuando Will, el periodista que llega a la isla prohibida, intenta comprender la naturaleza del secreto que ellos poseen. Es confuso este poema por ser confusa quizás la referencia. Se habla del vacío y del símbolo del vacío, de lo que este representa y el papel que desarrolla en nuestras existencias. No obstante el poema deja una impronta de comprensión muy en la línea de los “koan” orientales.


Aquí arriba, me preguntas,
aquí, donde Siva
baila sobre el mundo,
¿qué demonios estoy haciendo?
No hay respuesta, amigo...a no ser
ese halcón que gira allá abajo,
esas negras y sagitales velocidades
que arrastran largos hilos de plata por el aire...
los chillidos de sus gritos.
¡Cuan lejos, dices, están los calurosos llanos,
cuan lejos –con tono de reproche– de toda mi gente!
¡Y sin embargo cuan cerca! Pues aquí, entre el nublado
cielo y el mar de abajo, repentinamente visible,
leo su luminoso secreto y el mío.


En este poema, muy al hilo del anterior, se declama antes del rito de iniciación de unos jóvenes monjes. Es recitado por el Sumo Sacerdote para dar comienzo al ritual. Se aprecia en este poema la mención a varias divinidades hindúes, pero el concepto central es el de la Talidad (en inglés Suchness), el concepto de lo total realizable en el hombre en contraposición al vacío habitante en el cosmos.


Oh tú, creador; tú, destructor; tú, que sostienes y pones fin;
que a la luz del sol bailas entre los pájaros y los niños que juegan,
que a la medianoche danzas entre los cadáveres, junto a las piras;
tú, Siva, negro y terrible Bhairava;
tú, Talidad e Ilusión, el Vacío y Todas las Cosas,
eres el señor de la vida, y por eso te he traído flores;
eres el señor de la muerte y por eso te he traído mi corazón...
Ese corazón es ahora tu pira.
En ella la ignorancia y el yo serán consumidos por el fuego.
Para que puedas bailar, Bhairava, entre las cenizas.
Para que puedas bailar, señor Siva, en un lugar de flores,
y yo bailar contigo
.


El séptimo poema resulta excepcional por aparecer escrito en lengua latina. Es una parte del libro en el que se toca el tema de la muerte. El periodista Will sigue en su periplo por la Isla, y en esta ocasión se topa con que en la Isla la muerte n0 es un tabú y está entendida como una continuación de la vida. Por ello el refuerzo que supone el poema para esta vida es enorme, ya que ante ocasos y muerte siguen los besos; besos y por consiguiente nacimientos, y luego muerte durante otra generación de contempladores del sol.


Soles occidere et rediré possunt;
nobis cum semel occidit brevis lux,
nox est perpetua una dormienda.
Da mi basia mille


Los soles son capaces de esconderse y volver;
Después de que nuestra corta luz se esconda
Hay una noche perpetua
Dame mil besos.


El octavo no es un poema sino un canto, pero la naturaleza poética del mismo queda manifestada. Además es una canción interpretada por un tañedor de laúd, que versa sobre la función del sexo en la sociedad de la Isla. Es curiosa la referencia a esos dos personajes de contraste, San Pablo y Freud, pero también los arcanos de la prostituta y el ermitaño son reveladores a la hora de afrontar el tema. Al final, queda condensada la esencia del Amor, de una manera preciosa.


Todos hablan del sexo;
no tomes a ninguno de ellos en serio...
ni a la prostituta ni al ermitaño,
ni a San Pablo ni a Freud.
Ama... y tus labios y los pechos de ella
se convertirán misteriosamente
en Sí Mismos, en la Talidad y el Vacío.



En este poema es muy curioso debido a su contexto, ya que aparece durante una representación de “Edipo en Pala”, una especie de sátira del “Edipo Rey” en la que Yocasta no se suicida y Edipo no se arranca los ojos.


No obstante, enlaza con el tema de la muerte anteriormente mencionado, y el hecho de que los habitantes de la Isla consideren esta representación simbólica de la muerte como algo gracioso, es muy significativo.


El ataúd del soldado, el de la prostituta;
el niño, frío, apretado contra el dolor de pechos no succionados;
el joven, horrorizado, se aparta del negro rostro hinchado
que otrora desde la almohada bañada en luz de luna
lo miró, ansioso de besos.


Muertos, todos muertos,
llorados por los que pronto morirán, y por los condenados,
llevados con lentos pasos hacia el aborrecido
jardín de cipreses donde un enorme hoyo
se abre para recibirlos, hediendo bajo la luna.
En esta misma representación encontramos una nueva declamación en la que aparece definida la figura de un Dios vago y chapucero, ante el cual el humano se muestra con cierto orgullo.


Dios, que es más Él
cuando es más sublimemente vago.
habla, cuando Su voz es comprensible,
y dice las tonterías menos divinas.
Arrepentios, ruge,
porque el pecado ha causado la plaga.
Pero nosotros decimos: Es suciedad; pues lavaos.
Y ya en las postrimerías de la obra de teatro (y también del libro) encontramos un monólogo declamado por parte de Edipo y continuado por una muchacha, que nos muestra más explícitamente la naturaleza de la propuesta del autor.
Luz y Compasión....
¡cuan indeciblemente Sencilla nuestra Sustancia!


Pero lo Sencillo esperó,
era tras era, suficientes complicaciones
para conocer su Uno en la multitud,
su Todo aquí, ahora;
su Hecho en la ficción;
esperó y continúa esperando lo absurdo,
los inconmensurables
entretejidos sin unión visible,
el celo con caridad, la verdad con la función renal,
la belleza con el quilo, la bilis, la espermi,
y Dios con la cena, Dios con la ausencia de cena,
o con el sonido de campanas,
de repente –una, dos, tres– en oídos insomnes.


............


El pensamiento es los tres mil millones de células
del cerebro de adentro hacia afuera.
Billones de partidas de billar
señaladas por la Fe y la Duda.
Mi Fe no es más que los choques de las bolas;
mi lógica, sus enzimas;
su rosada epinefrina, mis visiones;
su epinefrina blanca, mis delitos.
Desde que sentí la disposición
de diez a la novena por tres
cada átomo en su alienación
tiene que ser profético de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario